El derecho a dormir es algo que en las ciudades modernas se ha convertido casi en un lujo. Ruidos de máquinas, motocicletas, los típicos “botellones” juveniles, o incluso la televisión del vecino pueden llegar a convertirse en torturas para un trabajador matutino. Esto está empezando a cambiar. La experiencia lo confirma.
Según una la encuesta sobre contaminación medioambiental realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 1996, un 21% de los españoles cree que los ciudadanos nunca hacen nada para evitar el ruido, mientras que un 57% opina que sólo se hace algunas veces.
El derecho al descanso viene protegido en su forma más elemental por la Constitución Española. El derecho a la integridad física (art.15), el derecho a la salud (art.43) o el derecho a un medioambiente adecuado (art.45) protegen a los dañados por “la cultura del ruido”.
Acostumbrarse al ruido
A la hora de catalogar el impacto de ruido en un individuo hay que recordar que la percepción del ruido es subjetiva, varía enormemente de una persona a otra.
Según la profesora del Departamento de Acústica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Isabel López Barrio, el ruido ambiental “es uno de los principales desencadenantes del estrés” y produce “irritabilidad, agresividad, todo tipo de alteraciones del sueño y absentismo laboral”.
Cuando el ruido está en su casa
La televisión o la música alta del vecino pueden llegar a crear grandes molestias si se repiten constantemente. Oír la televisión con la ventana abierta puede convertirse en una tortura para el compañero de escalera.
Iniciativas municipales como la de la localidad de Xeraco, que en el verano de 2001, decidió establecer multas a los residentes ruidosos, dan mucho de que hablar. Así, establece que la medición del nivel de ruido en el hogar del afectado no podrá superar en horario diurno los 40 decibelios y en nocturno los 30 (una conversación normal ofrece un nivel de 50 db., el ambiente de oficina de 70 db. y el tráfico de 85db) .
Beber en la calle
Las normativas municipales imponen medidas como distanciar entre sí los bares de copas o reforzar la insonorización de los locales. El incumplimiento de esta normativa puede provocar el cierre de los locales.
Sin embargo, la anarquía del ocio del alcohol en la calle es evidente. Para las administraciones es muy difícil evitar que la gente beba o se divierta en la calle. El problema se convierte en una cuestión cultural o de mentalización progresiva, y no tanto de ordenanzas municipales.
Protestas vecinales
Este tipo de actos es el primer medio con el que se cuenta en la lucha contra el ruido. Con ellas se crea presión para obtener soluciones rápidas. Por doquier pululan carteles con lemas como Ruidos no o Ruidos fuera, para intentar alertar, sin éxito, a dueños de locales nocturnos y a la juventud en general. Aunque se hace extensible también al ruido diurno de las obras o el tráfico. Pero las pequeñas organizaciones de ciudadanos no bastan.
La Plataforma Estatal de Asociaciones Contra el Ruido y las Actividades Molestas aglutina a 35 asociaciones del país con el fin de informar a la opinión pública, divulgar los derechos de las personas frente al ruido y ejercer el derecho de petición a las autoridades competentes. Todo un reto.
Derecho al descanso: ¿Quién lo garantiza?
Los documentos que garantizan el derecho al descanso son:
La Declaración Universal de Derechos Humanos
La Propuesta de directiva sobre evaluación y gestión del ruido ambiental de agosto de 2000 de la Unión Europea.
La Constitución Española
La legislación estatal.
Pero en el día a día son las normas jurídicas y la normativa autonómica y municipal las que realmente deciden sobre el descanso de los ciudadanos.
El Tribunal Constitucional. Las normas jurídicas que regulan la contaminación acústica reconocen ya que el exceso de ruido produce efectos nocivos para la salud. El Tribunal Constitucional en su sentencia nº 119 del 2001 ha declarado que el ruido puede llegar a representar “un factor psicopatógeno” destacado en la sociedad moderna.
Normas autonómicas y municipales. Las distintas normas autonómicas y municipales han empezado a regular a fondo la cuestión del ruido ante el vacío legal existente. Son las autoridades municipales las que, en primera instancia, deben afrontar la solución al problema del descanso nocturno. Pero también son los ciudadanos los que, en primer lugar, deben ser conscientes y prevenir el ruido. El respeto al prójimo es la única solución posible.